La realidad del intérprete

Los intérpretes de Lengua de Signos (ILS) trabajan para permitir la comunicación entre los usuarios de la Lengua de Signos y los usuarios de habla, interpretando del español hablado y escrito a la LSE y viceversa. En lugar de utilizar los sonidos para formar palabras, los ILS utilizan gestos con las manos, formas y expresiones faciales para transmitir significados. Estos profesionales trabajan en distintos entornos e interpretan en una amplia gama de situaciones.

El trabajo del intérprete no es sencillo, por lo que, para una mayor profesionalidad, requiere de una labor previa de documentación, como en cualquier otro ámbito de la traducción. Antes de acudir a una reunión o una cita en la que se requieran sus servicios de interpretación, los intérpretes deben informarse sobre dónde se realizará el trabajo (pues necesitan unos estándares mínimos de iluminación, sonido y espacio)  y cuál será el tema del que se hablará, ya que tienen que prepararse e informarse, así como dedicarse a la lectura de documentos u órdenes del día de las reuniones, resúmenes o discursos. 

Puede ser que también necesiten buscar vocabulario especializado o familiarizarse con el tema y con las personas que estarán involucradas en la reunión o el acto, además de saber aproximadamente cuánto tiempo necesitarán para la interpretación. Este trabajo exige mucha concentración y puede resultar agotador, por lo que en actos que duren más de dos horas es probable que se requiera la participación de más de un intérprete.

Sin embargo y pese a su importante papel como mediador en la sociedad, el trabajo del intérprete sufre una realidad bien distinta. Tan solo un 25% de los profesionales acreditados trabaja, pese a que las personas sordas les reclaman en diversos ámbitos de la vida cotidiana.

En España hay un millón de personas sordas y 2.781 intérpretes de Lengua de Signos acreditados. Según cálculos de la Confederación Estatal de Personas Sordas (CNSE), hay un intérprete por cada 143 ciudadanos con problemas de audición. Las cuentas no salen porque solo el 25,17% de los intérpretes trabaja, mientras que un 75% no encuentra una salida laboral, a pesar de que se echan de menos en aeropuertos, universidades, centros sanitarios o servicios de atención al público, entre otros. «En algunos países europeos la proporción es de un intérprete por cada 10 personas sordas», recuerda la CNSE.

En conclusión, los ILS en activo son insuficientes. Hay profesionales preparados, pero carecen de un contrato. Sobra oferta y hay demanda, pero esta no se atiende. Y esta escasez de atención  redunda en la calidad de vida de quienes les reclaman. En definitiva, es necesario contar con intérpretes de Lengua de Signos en la vida pública para asegurar la accesibilidad a las personas sordas. Esperemos que esta situación pueda mejorar en los próximos años. 

Os dejo un vídeo en el que varias personas sordas hablan de la importancia de los ILS: 






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